domingo, 6 de mayo de 2012

EXPERIENCIAS DE VIDA.



ESTOS SON TESTIMONIOS DE VIDA DE HOMBRES Y MUJERES QUE VENCIERON GRAVES ENFERMEDADES Y UTILIZARON SUS PROPIOS PODERES CREATIVOS PARA EL CRECIMIENTO ESPIRITUAL.

 Fuerte, sana y amada incondicionalmente

Tanya, profesora, Reino Unido
Las rodillas siempre me han dado problemas, aunque de niña bai­lara con regularidad. De pequeña, mi sueño era bailar en un esce­nario, pero me dijeron que mis rodillas nunca me lo permitirían. Me aseguraron que mi problema era genetico.
Seguí bailando hasta que a los 18 años la rodilla derecha me falló y me impidió andar. Me llevaron al hospital, y durante tres o cuatro meses tuve que usar muletas, aunque estuviera a punto de entrar en la universidad. Hice fisioterapia durante cuatro meses y por fin pude volver a andar sin ellas.
Tres años más tarde me encontraba en una tienda de cristales con propiedades curativas, y la espalda me dolía un poco. El pro­pietario de la tienda me hizo una sesión con algunos cristales para quitarme el dolor, pero también me aconsejó leer Usted puede sa­nar su vida de Louise Hay. Compré el libro, y enseguida consulté todas las enfermedades importantes que había tenido en mi vida, que no eran pocas (de niña solía estar enferma). Las palabras del libro me calaron hondo: comprendí que mis padres me habían dado un amor condicionado, y que las personas de mi alrededor habían sido sumamente críticas consigo mismas y con los demás. Empecé el proceso de aprender a amarme, lo cual me costó mu­chísimo. Repetía afirmaciones a diario (y sigo haciéndolo), sobre todo la de: Me amo y me acepto totalmente. Esta poderosa afirma­ción me servía para recordar que, fuera lo que fuera lo que los de­más digan o hagan, yo siempre me amo.
El proceso de sanación duró mucho más de lo que imaginaba, pero empezado dando pequeños pasos, como repetir afirmacio­nes, funcionó. Durante mucho tiempo había estado sintiendo que no me amaban ni aceptaban, y siempre buscaba el parecer y la aprobación de los demás. Aprender a amarme a mí misma incon­dicionalmente me cambió la vida.
Las rodillas me siguen doliendo de vez en cuando, pero ahora observo la emoción que surge en mi interior, y al repetir mis afir­maciones, el dolor desaparece. A menudo, después de un conflicto o una determinada situación, mi ego intenta llevar la voz cantante y decir que no valgo para nada, pero entonces le envío una energía afectuosa a mi corazón y a mis rodillas y me recuerdo que valgo mucho. Hace poco hasta participé en media maratón, la máxima distancia que he recorrido en toda mi vida. ¡Me sentí muy orgullo­sa de mí misma! Hace unos años no me habría imaginado que lle­gase a recorrer esta distancia corriendo. Mucha gente me preguntó si me dolían las rodillas, pero no era así. Sí, tuve agujetas, pero no sentí dolor. Me alegré mucho de que mi cuerpo estuviera tan fuer­te y sano.
Cuando Louise afirma que «puedes sanar tu cuerpo» y «puedes sanar tu vida», lo dice de verdad. Ahora llevo una nueva vida y ten­go un cuerpo sano y feliz. ¡Siento que soy otra mujer! Estaré siem­pre en deuda con Louise por haberme enseñado el poder del amor.

Un regalo maravilloso
Gladys, actriz y orientadora, Nueva York
Hace diez meses, un sábado por la mañana me desperté llorando. El menor intento de girar la cabeza me producía un dolor insopor­table que iba del cuello a la cabeza, y me repercutía en la garganta. Sollozando, con el cuello doliéndome horrores, tardé más de diez minutos en levantarme de la cama, aunque me pareció una eterni­dad. De algún modo conseguí llegar a la consulta de mi quiroprác­tico, el cual me diagnosticó un pinzamiento.
Como el domingo el dolor no había disminuido en absoluto, se me ocurrió que leer o mirar algo inspirador quizá me ayudaría a hacerlo desaparecer. Aún no había estrenado el DVD de la edición norteamericana de Usted puede sanar su vida, así que lo puse para verlo. En cuanto se terminó, aparecieron en la pantalla del ordena­dor varias notas sobre el DVD, y sentí el irreprimible deseo de afir­mar que me sentía bien y de dejar que el dolor desapareciera. Aquella noche, sin embargo, el dolor era tan fuerte que no dejaba de llorar. Recité una pequeña oración para sanar y sentirme bien, aunque no tenía ni idea de la rapidez con que se cumpliría.
A la mañana siguiente me desperté viendo claramente que aquel dolor pasajero era una oportunidad para aprender a ser feliz, pese a lo que estaba ocurriendo en mi vida. Es decir, era una expe­riencia espiritual y debía sondearla para aprovecharla al máximo.
Aquel día, como me resultaba imposible ir a trabajar, decidí aprovecharlo de manera constructiva fomentando mi sanación, y volví a ver Usted puede sanar su vida e hice los ejercicios  Lo que yo creo y Relajación profunda. Repetí afirmaciones, recé, medité y escribí en mi diario ... aunque estas prácticas acaba­ran a menudo en una siesta. (Ten en cuenta que no podía mante­ner la cabeza derecha.) Adquirí la convicción de que sentirme bien y estar sana era mi estado natural.
Aquella noche me acosté con la certeza de que mi sanación no sólo había empezado, sino que se estaba llevando a cabo a toda marcha. Mientras escuchaba la voz de Louise en el CD Relajación profunda, asegurándome que mi poder estaba en el presente y que todo iba bien, me dormí. A la mañana siguiente me desperté sa­biendo que me encontraba mejor. En realidad, había tenido lugar una profunda sanación: ¡la rigidez de mi cuello había cambiado por completo! Mientras yacía en la cama, sonreí al ver que podía girar la cabeza unos cinco centímetros a la derecha y otros pocos a la izquierda. Sabía que al cambiar de actitud y escuchar a Louise guiándome, había sido capaz de activar el magnífico potencial de sanación que hay dentro de mí.
Sí, diez meses antes me había despertado con tortícolis y dolor en el cuello, pero acabó siendo un regalo maravilloso. Aunque al principio no deseara recibido, me ofreció el enorme potencial de sanación de las palabras de Louise y me permitió crecer de muchas otras inimaginables formas.

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