martes, 10 de enero de 2012

EL ENOJO



«Acepto con amor todas mis emociones.»

Enunciados

·         Tengo miedo de enojarme.

·         Si me enojo, perderé el control.

·         No tengo derecho a enojarme.

·         El enojo es algo malo.

·         Cuando alguien se enoja, me da miedo.

·         Enojarse es peligroso.

·         Mis padres no me permitían expresar mi enojo.

·         Si me enojo, nadie me querrá.

·         Tengo que ocultar mi enojo.

·         Cuando me trago el enojo, me siento mal.

·         Yo nunca me he enojado.

·         Si me enojo, haré daño a alguien.

¿Reconoce usted alguno de estos sentimientos? Quizás el enojo sea una de sus grandes barreras.

El enojo es una emoción normal y natural. Los bebés se ponen furiosos, expresan su furia y asunto terminado. Pero muchos hemos aprendido que no está bien, que no es de buena educación o no es aceptable que nos enojemos. Y aprendemos a tragarnos nuestros sentimientos coléricos, que se nos sedimentan en el cuerpo, en las articulaciones y los músculos. Se acumulan y se convierten en resentimiento. Capas y capas de enojos enterrados y convertidos en resentimiento pueden contribuir a la aparición de enfermedades como la artritis (con los dolores que la acompañan) e incluso como el cáncer.

Es necesario que reconozcamos y admitamos todos nuestros sentimientos, incluido el enojo, y que encontremos formas positivas de expresarlos. No es necesario que andemos repartiendo golpes ni desquitándonos con la gente, pero podemos decir de forma simple y clara: «Esa actitud tuya me molesta», o «Estoy enojado por lo que has hecho». Y si no nos es posible hacer esto, todavía nos quedan muchas opciones: podemos protestar sofocando los gritos contra una almohada, aporrear la cama, patear cojines, correr, vociferar en el coche con las ventanillas cerradas, jugar al tenis... todas estas posibles canalizaciones son una descarga saludable.

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