Se imaginan que pasaría si cada vez que nos
vemos enfrentados a una de esas experiencias que llamamos fracaso nuestra
reacción fuera: ¡Pues qué bien, otra vez la vida me está regalando una
oportunidad de cambio, para poder crecer… ¡Bienvenido
sea!
Creo que el sufrimiento
no existiría… Nuestra visión optimista de la vida nos llevaría a buscar
alegremente otros caminos y no quedarnos estancados en el
dolor.
La base de todo sufrimiento es la resistencia al
cambio. Sufrimos porque no somos capaces de
abandonar una relación que ya murió y nos quedamos pegados, al lado de alguien
que quizás también sufre porque la vida ya no es hermosa a nuestro lado…
Sufrimos porque no tenemos el valor y la honestidad de
dejar ese trabajo que ya no nos hace felices por temor perder prestaciones y el
prestigio que hemos alcanzado…

El tema principal
también es que nuestros valores estás trastocados. Pensamos que lo único valioso
son las cosas materiales que poseemos y por eso nos quedamos pegados a un
matrimonio por temor a perder el status social que este nos ofrece o por miedo a
adentrarnos en la experiencia laboral. Lo mismo hacemos con un trabajo que nos
aporta ciertas regalías, a pesar de que el ambiente es insufrible. Elegimos el
valor de la apariencia y así nos hacemos esclavos de muchos
sufrimientos.
Sería tan fácil soltar…
ser libre… atreverse a entregarnos a la experiencia que la vida nos está
ofreciendo.
Los cambios siempre son
buenos y muy refrescantes… nos inyectan energías nuevas, nos mantienen
despiertos y entusiasmados… la rutina nos adormila y todo vuelva a empezar…
Quiero invitarte a
osar… Atrévete a hacer algo distinto… a iniciar algo que nadie hizo nunca… a
caminar por senderos inexplorados y sobre todo a vivir desde el alma y no desde
la razón… Te sorprenderás descubriendo que vuelves a ser tú mismo/a… que te
reencuentres con tu verdadero SER.
Luisa Russo
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